Celebrar el día del padre

Para celebrar el día del padre necesitamos pensar más allá de las rosas, la serenata con mariachis o las anchetas llenas de dulces y frutas. El día del padre, (al menos como lo conocemos en Colombia) requiere un mayor esfuerzo a la hora de pensar en el regalo y de resolver una pregunta que pasa por varias cabezas antes de encontrar un camino, si es que lo encuentra… ¿Qué le regalamos al papá?

A mi papá le gustan pocas cosas, cosas que en contadas ocasiones hemos descubierto. No le gusta acumular artefactos o, como él los llama, basura. Pero suele suceder que me encuentre por ahí algún regalo del día del padre o de su cumpleaños, aun sin usar, esperando el día en que se decida a regalarlo o a botarlo… Cada año con mi madre nos damos a la tarea de buscar un lugar, una actividad, una experiencia o un regalo que no se quede archivado.

Mi papá y yo…

Mi padre no es un hombre al que le guste mucho abrazar, sus formas preferidas de manifestar el afecto son a través de acciones para cubrir las necesidades del hogar, cuidar que mi madre, mi hermano y yo tuviéramos lo necesario para estar bien, cómodos, sanos y felices. Nuestra relación no es muy cercana, nos cuesta comunicarnos fluidamente y tener charlas cotidianas. Sin embargo, yo suelo aprovechar los saludos y las despedidas para acercarme y abrazarlo. Y de vez en cuando compartimos algunos chismecitos. 

Tendría entre 8 y 10 años mi padre cuando perdió al suyo y se quedó solo con mi abuela y mi tío. Los años que compartieron juntos no fueron precisamente llenos de amor o expresiones de afecto entre ellos. Mi abuela tampoco era una mujer muy cariñosa con sus hijos, aunque conmigo siempre lo ha sido. Con mi padre y mis tíos su relación era de autoridad, protección e independencia. Pienso que tal vez por eso a mi padre no se le facilita tanto el contacto físico afectuoso conmigo.

Cuando estoy triste, en medio de una gran baja de energía, tengo un sueño recurrente. Es más un refugio al que me lleva mi mente cuando lo necesito. Mi lugar seguro es visualizarme siendo pequeña en medio de un abrazo fuerte e infinito con mi padre, donde puedo llorar por horas mientras me siento acogida, cálida y sostenida.

Tal vez el día del padre no se trate de reventarnos la cabeza pensando cuál será el regalo ideal. Uno que no deje guardado en la parte más alta del closet hasta que le encuentre un oficio. Aunque sé que todos tenemos diferentes lenguajes del amor, uno de los motivos para celebrar el día del padre es, precisamente, la presencia de un padre en nuestra vida. Aquella figura que ha estado ahí con todo su amor y su apoyo incondicional, estoy segura de que un buen regalo siempre será el que se viva ahora, en el momento presente, no el que se deje para después… ¿Qué tal un abrazo infinito?

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