Inteligencia y sensibilidad: pensar las emociones

Una muy buena amiga me decía que su hombre perfecto era una mezcla entre inteligencia y sensibilidad: pensar las emociones. Poner la inteligencia al servicio del corazón, mezclar la inteligencia y la razón. Podríamos condensar nuestro concepto en frases aún más poéticas, pero lo que nos gusta es lo pragmático del asunto. Reconocer esa parte del cerebro que nos hace una especie evolucionada y exigir su uso en lo más simple y cotidiano: la relación con uno mismo y el entorno. 

El órgano que generó el cambio radical fue el cerebro. Generó conexiones complejas y profundas para crear códigos de comunicación como el lenguaje, un alto sentido de empatía, una manera de concebir el placer. Las manos y la postura ayudaron a que el órgano protegido por el cráneo que, junto con el corazón, determina los sistemas más protegidos del cuerpo humano y con los que no podríamos sobrevivir si uno de ellos sufriera un daño. 

Desde lo biológico y lo racional, la cabeza y el pecho o el cerebro y el corazón demarcan, en vez de opuestos, elementos complementarios. A nivel cultural, la religión y la moral han marcado una concepción romántica a las emociones. Lo que las condiciona y limita a elementos de los que no son responsables. Nosotros pensamos distinto. Vivimos por el amor como algo concreto y pragmático y acudimos a la inteligencia como algo sensible que neutraliza y calma. 

Nuestra estrategia educativa parte del elemento biológico que se refiere a que las emociones son sustancias químicas y pueden ser dominadas por esa parte nueva y apenas explorada que nos hace tener un cerebro más grande que el resto de los animales: la neo corteza. Declaramos la utilidad biológica de las emociones para protegernos de un peligro, la utilidad de la rabia para comprender el mundo en que vivimos y entender la impotencia como una posibilidad de actuar o dejar pasar, o la toxicidad de la alegría para aislarnos en aquello en lo que produce tanto placer. 

El pensar las emociones ayuda a quitarle la sensibilidad a estas más de 400 nombradas señales que produce el cuerpo para alentarnos y darnos fuerza ante la incapacidad de la frustración o entender el instinto de protección ante un peligro detrás de la envidia. 

El ser capaz de usar esta parte tan preciosa como la neo corteza no solo en funciones laborales o académicas, sino también en las relaciones humanas nos da fuerza para mostrar maneras de crear humanos merecedores de tal cualidad evolutiva. Desde el sentido común, realizar acciones concretas para volver útil la emoción hasta nombrarla, reconocer su significado y su utilidad biológica. Hacen parte de una manera de vivir y entender el cuerpo como un instrumento para liberar la emoción. Como cualquier sustancia en el cuerpo que necesita regularse. Nuestra estrategia educativa se basa en ese cuerpo como un instrumento y en el afecto como punto de partida para diluir las creencias que no dejan ver, que ponen a la salud mental en un lugar donde da vergüenza.

Decimos que queremos volver visible lo invisible para dejar el oscurantismo de las emociones. Y potenciar todas nuestras capacidades humanas al servicio de nuestra relación con nosotros mismos y el planeta. Por eso hablamos de Inteligencia y sensibilidad: pensar las emociones. Decimos que les damos la bienvenida al mundo mágico que existe dentro de ti. Por eso creamos un personaje con forma humana que solo tiene un corazón y por eso la biología hace parte de nuestra manera de aprender. Porque para nosotros la magia habla de transformaciones y de creer, creer en lo maravilloso, creyendo en uno mismo. Creando nuevas realidades, comenzando por dominar el pensamiento y el comportamiento que determina la emoción.

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